Todo predicador ora por una respuesta positiva a sus esfuerzos. Si somos sinceros, preferiríamos ver esa respuesta más pronto que tarde. Es alentador oír de la gente que la Palabra de Dios que sale de tu boca ha dado en el blanco. La realidad, sin embargo, es que a menudo hace falta una visión a largo plazo para ver la eficacia de la predicación. Es más, esa visión a largo plazo puede incluso extenderse más allá de nuestra propia vida en esta tierra.
Había una vez un joven incrédulo llamado Luke Short. Tenía 15 años y, de algún modo, se encontró en una iglesia escuchando a un famoso predicador puritano llamado John Flavel. Flavel estaba predicando sobre 1 Corintios 16:22: «El que no amare al Señor Jesucristo, sea anatema. El Señor viene». Flavel predicó clara y fielmente el Evangelio a partir de este texto. Luke Short oyó el sermón, le llegó a los oídos, pero lamentablemente no le llegó al corazón. Siguió siendo un incrédulo. Algún tiempo después de esto, Luke abandonó Inglaterra y emigró a Estados Unidos.
Luke Short acabó viviendo una larga vida. Tenía 100 años cuando empezó a pensar en todas las cosas que había oído y visto a lo largo de todos sus años. De repente, en un momento, recordó aquel sermón de John Flavel que había oído 85 años antes. Lo recordó con todo detalle y, mientras pensaba en ello, cayó en la cuenta de que se acercaba la muerte y el juicio. En consecuencia, oró a Dios pidiendo misericordia y salvación en Cristo. Sorprendentemente, a los 100 años, Luke Short se hizo cristiano. Al parecer, vivió 16 años más y, durante ellos, compartió el Evangelio con todo el que pudo.
A veces vemos la predicación y nos preguntamos cómo puede Dios hacer algo a través de ella. Sin embargo, si nos fijamos en Isaías 55:11, Dios nos asegura que la Palabra que sale de Él nunca volverá vacía. Su Palabra siempre cumplirá los propósitos que tiene para ella. En algunos casos, ese propósito es la salvación en cuanto se escucha la Palabra. En otros casos, como con Luke Short, ese propósito es que la semilla se siembre para que brote mucho más adelante en el tiempo. Pero Dios siempre tiene un propósito con su Palabra y sus propósitos nunca se verán frustrados.
Cuando John Flavel predicó a Luke Short, éste debía de tener al menos 29 años. Sucedió en Dartmouth y Flavel comenzó allí su ministerio en 1656, a los 29 años. Así que le llevaba al menos 14 años a Luke Short y murió en 1691, mucho antes que Short. Mientras caminó por esta tierra, este predicador nunca supo que este oyente en particular se convertiría en cristiano gracias a su predicación. Suponiendo que los creyentes puedan reconocerse y conocerse en el más allá (y tenemos buenas razones para creer que es cierto), Flavel esperó mucho tiempo a que Luke Short, de 116 años, hiciera su entrada en la bendita presencia de Dios. Pero al final pudo ver otro de los frutos de su labor. Algún día todos los predicadores lo harán, y alabarán a Dios por ello, como estoy seguro de que Flavel hizo y hace. Aquí y ahora sólo tenemos que acordarnos de mirar a largo plazo, armarnos de valor y seguir predicando.